Holi,
Hoy me he encontrado con una foto que no buscaba. Una de esas que aparecen por casualidad, cuando abres un cajón, una carpeta vieja o un álbum olvidado. Y ahí estaba ella. Mi abuela. Con esa mirada apagada, el cuerpo desgastado, la piel distinta. Enferma. En su última etapa. Cuando el cáncer ya había hecho de las suyas.
No era así como la recuerdo. O mejor dicho, no es así como quiero recordarla. Porque para mí, mi abuela es otra imagen: la mujer que se reía fuerte, que se movía con energía, que me preparaba mi comida favorita sin que yo la pidiera. La que siempre olía a ropa limpia y colonia Nenuco. La que me defendía del mundo con una sola frase.
Pero esa foto... esa foto me ha hecho polvo.
Me ha dolido no solo por lo que muestra, sino por lo que ya no recuerdo. Porque he cerrado los ojos, he intentado con todas mis fuerzas traer su voz a mi mente… y no he podido. No me acuerdo de cómo sonaba. Y eso me duele más que cualquier imagen.
¿Cómo puede ser que la vida te arranque cosas así? ¿Cómo puede el tiempo hacer que olvides la voz de alguien que fue hogar, refugio, raíz?
Me siento enfadada. Con el cáncer, con la muerte, con el olvido, con el tiempo, con todo. Porque a veces lo único que quiero es una tarde más con ella. Escucharla llamarme por mi nombre. Sentir que sigue aquí, aunque sea un minuto. Aunque sea en un sueño.
Hoy me ha dolido mucho echarla de menos. Y sí, sé que está en mí, en lo que soy, en cómo cuido, en cómo hablo. Pero a veces eso no basta. A veces una solo quiere volver. Abrazar. Decir “te echo de menos” y que alguien responda “yo también”.
Está indignada con el corazón hecho un nudo y los ojos todavía mojados, hoy solo tiene besos para su abuela, su iaia, que no olvida.
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